Más tarde de sufrir el concurrido sentimiento característico del desasosiego, no sin antes estar sumergida bajo su efecto con el ahogamiento que supone, brilla la esperanza hacia y por algo; cada uno con su propio afán de continuar pese a los vagos intentos de la propia destrucción. Es inevitable que una historia, una mera situación, una preocupación, confusión… Y sobre todo, una confusión acerca de uno mismo, sobre qué está haciendo cuando el punto de inflexión se aproxima más y más, nos aleje de esa esperanza. A veces siento esa aproximación borrosa y veo que pretende atraparme en mis momentos de máxima debilidad; por eso quiero creer que la grandeza de una persona habita en vivir de las desgracias continuando el día a día como si nada pasara, aunque es bien sabido por mí que en los instantes de intimidad el desplomarse con esa confusión interior es un riesgo e ineludible y un fortalecimiento con el cual debo sobrevivir para pasados, presentes y desde luego, futuros tira-y-afloja de la cuerda siendo llamada: vida. Llamadme masoquista, autodestructiva, femme fatale inclusive, si del dolor más agudo que llevo dentro le saco jugo hasta que por fin se seque y muera.
¿No os preguntáis quiénes están dispuestos/as a compartir vuestras cargas? Acostumbrados a la expresión de cargar a la espalda (siendo las cargas lo más angustioso de nuestra existencia) cuando debería ser cargar en el corazón y mente. ¿Por qué? Porque al escuchar los infortunios de alguien a quien queremos o apreciamos, duele y pensamos en cómo mejorar el ánimo de esa persona. Sus cargas se hacen las nuestras en menor medida, pero al fin y al cabo, dejamos que se apropien de nosotros para intentar ayudar; en ocasiones con óptimos resultados, otras no.
Estamos en una época en la que todo es público. Inconscientemente publicamos todo. Imágenes nuestras, sentimientos, gustos, arte, insultos, envidias indirectas, corrupción de personalidad… Si paras a pensar, ¿no dan miedo estos tiempos en los que la verdad que se refleja como es una persona es tan, tan subjetiva? Supongo que siempre ha sido así: quienes te quieren te aceptan tal y como eres, y a aquellos que les jode tus logros conseguidos o futuras aspiraciones o sueños, que son la mayoría, les aumenta la envidia sacando así lo peor del ser humano.
Bueno,
quién soy yo para hablar de sentimientos en general, cuando hasta la verdad me engaña constantemente, dándome muy de vez en cuando coyuntura de ver con claridad sobre mí y lo que me rodea. He de decir que mi intuición no me ha fallado esta vez: he echado de menos escribir durante todo el verano aquí; mientras, he terminado una pequeña libreta. ¡Sí! Escribir a mano una especie de diario está anticuado a la vez que tiene su esencia mágica típica de la privacidad.
Buenas noches a vosotros, que a lo mejor me leéis odiándome o queriéndome un poco más.