Cuarto párrafo del prólogo. El concurrido sentimiento: desasosiego

 Más tarde de sufrir el concurrido sentimiento característico del desasosiego, no sin antes estar sumergida bajo su efecto con el ahogamiento que supone, brilla la esperanza hacia y por algo; cada uno con su propio afán de continuar pese a los vagos intentos de la propia destrucción. Es inevitable que una historia, una mera situación, una preocupación, confusión… Y sobre todo, una confusión acerca de uno mismo, sobre qué está haciendo cuando el punto de inflexión se aproxima más y más, nos aleje de esa esperanza. A veces siento esa aproximación borrosa y veo que pretende atraparme en mis momentos de máxima debilidad; por eso quiero creer que la grandeza de una persona habita en vivir de las desgracias continuando el día a día como si nada pasara, aunque es bien sabido por mí que en los instantes de intimidad el desplomarse con esa confusión interior es un riesgo e ineludible  y un fortalecimiento con el cual debo sobrevivir para pasados, presentes y desde luego, futuros tira-y-afloja de la cuerda siendo llamada: vida. Llamadme masoquista, autodestructiva, femme fatale inclusivesi del dolor más agudo que llevo dentro le saco jugo hasta que por fin se seque y muera.

 ¿No os preguntáis quiénes están dispuestos/as a compartir vuestras cargas? Acostumbrados a la expresión de cargar a la espalda (siendo las cargas lo más angustioso de nuestra existencia) cuando debería ser cargar en el corazón y mente. ¿Por qué? Porque al escuchar los infortunios de alguien a quien queremos o apreciamos, duele y pensamos en cómo mejorar el ánimo de esa persona. Sus cargas se hacen las nuestras en menor medida, pero al fin y al cabo, dejamos que se apropien de nosotros para intentar ayudar; en ocasiones con óptimos resultados, otras no.

 Estamos en una época en la que todo es público. Inconscientemente publicamos todo. Imágenes nuestras, sentimientos, gustos, arte, insultos, envidias indirectas, corrupción de personalidad… Si paras a pensar, ¿no dan miedo estos tiempos en los que la verdad que se refleja como es una persona es tan, tan subjetiva? Supongo que siempre ha sido así: quienes te quieren te aceptan tal y como eres, y a aquellos que les jode tus logros conseguidos o futuras aspiraciones o sueños, que son la mayoría, les aumenta la envidia sacando así lo peor del ser humano.

 

 Bueno,

 quién soy yo para hablar de sentimientos en general, cuando hasta la verdad me engaña constantemente, dándome muy de vez en cuando coyuntura de ver con claridad sobre mí y lo que me rodea. He de decir que mi intuición no me ha fallado esta vez: he echado de menos escribir durante todo el verano aquí; mientras, he terminado una pequeña libreta. ¡Sí! Escribir a mano una especie de diario está anticuado a la vez que tiene su esencia mágica típica de la privacidad.

 

 Buenas noches a vosotros, que a lo mejor me leéis odiándome o queriéndome un poco más.

Tercera nota en el margen donde siempre se leyó un «Sálveme quien pueda»

   A veces soy de aprender lo desaprendido. De girar la rueda sin querer y llegar a una dirección en la cual me siento mejor que antes, inconscientemente. Espera. Quiero ver qué me hace sentir así, quiero percatarme de las razones que han hecho sacarme una sonrisa plena, sincera y sin necesidad de ser fingida, como por desgracia, muchas veces hacemos por inercia mostrando hipocresía no ya hacia X, sino hacia nosotros mismos. Hay veces que ésto pasa tan a menudo que se convierte en un ritual. Luego, hay días que te levantas por la mañana o a mediodía -si la noche se tercia- y sólo apetece vagabundear en tu propia y común casa con cara larga, comiendo mal ; incluso parece tener una atmósfera diferente, más decadente mientras pasan las horas muertas y decides hacer tour de canales en la TV con Twitter abierto a la vez que miles de tweets se van dejando atrás como esa respuesta que esperas a que llegue en Whatsapp.

Bien, vuelvo a la sensación de plenitud. Hace tiempo que empecé a sospechar… ¡Ya lo ves, lo hemos conseguido! Retumba a veces en mi cabeza esa letra retocada. Posiblemente aún no haya vivido ni la  primera parte de lo que sencillamente me apetece vivir y compartir con una persona. Tal vez sea lo cotidiano de mostrar mutuamente interés hacia ella, sin necesidad de pretensiones, de perpetuar la esencia, de sentir la sed que puede satisfacer indefinidamente; por horas, por días o quizás por un mísero segundo que me vale para darme cuenta de detalles casi imperceptibles. A veces nos enfadamos con alguien porque no ha actuado como nos gustaría o dicho determinadas palabras que podrían tener un efecto en nosotros que necesitamos. Olvidamos que cada uno es como es. ¿No es eso de lo que realmente merece la pena darse cuenta? Podemos pensar: Y si me hubiera dicho eso y no ésto… A la hora de pensar así, la insatisfacción se acentúa.  Asimismo, esa espera no lleva a otra cosa sino al sufrimiento momentáneo. Que lleguen como tengan y quieran llegar los actos y palabras de los demás; yo me centro en lo que sale por mi boca y dedos (en estos tiempos que corren).

 

 

Continuamente voy haciendo cartas de mí para mí, buscándome mientras me veo en todas las personas cercanas que me rodean en mi rutina, con las que charlo, con las que río, con las que alguna lágrima cae, con las que aprendo, con las que mantengo futuros proyectos con ilusión, con la que puedo arder, con la que me desafía en cada beso, con la que pierdo sin prisa el miedo a expresar qué siento -porque yo quiero, de lo desaprendido, aprender a tener valor también-.  Desde luego, no hay razón de ser cuando no se es, y cuando se es, la razón queda desprotegida si unos dedos circulan por mi espina dorsal, mi pelo y cuello que a fuego se quedan en mi memoria.

 

 

 

Es una historia que se escribe en los portales
la breve intensidad de las primeras luces…

 

Segunda nota. «Nunca se me dieron muy bien los títulos»

Hay veces en las que me cuesta arrancar el principio de las ideas que van llegando a mi mente como si se trataran de rápidos y frenéticos flashes de una cámara -Polaroid-. Hay veces que esas ideas son superfluas careciendo de sentido. Entonces… ¿Para qué me visitan? ¿Con qué fin? Me paro e intento darles el sentido que sí tienen. Porque si no, dime, ¿qué sería la idea si no viene de pronto, sin previo aviso, encendiéndote la bombilla imaginaria encima de tu cabeza? Eso es falso. La bombilla es tu propio cerebro en acción, en el que todo existe, en el que cada cosa puede ser posible y original, todo puede ser problemático con pensamientos coloides. Alguien dijo una vez: «La mente es tu enemigo más próximo.» Cuánta razón guarda esta cita. Todo puede ser cierto si te creas en ello. Pero, ojo, no llegues a ser tan iluso o ilusa a la par que inocente. Ten un pie sobre la tierra, mientras otro déjalo volar. Parece un equilibrio imposible y es muy posible. No te asustes a la hora de hacer lo que más te apetece. En decir y expresarte como así sientes. No temas…

He aprendido que el miedo es el mayor obstáculo que nos encadena a una alambrada . A lo largo de nuestras vivencias cotidianas nos asaltan millones de dudas sobre miles de temas diferentes, y a veces, cometemos el error de pensar demasiado con lo maravilloso que es el seguir los impulsos. Párate y observa. También es verdad que cuando has vivido una experiencia en la que tu personalidad se ha vuelto más cauta, más desconfiada, más fría puede arraigar un desasosiego espantoso. Sólo hace falta romper ese esquema para liberarte y comenzar poco a poco, o por qué no, de manera drástica una revolución interior. Ésa que te permita alejarte de la alambrada llamada «turbación» a la hora de realizar cualquier proyecto, de sentir y manifestar tus sentimientos, a construir tus objetivos sin prisa, a vivir esta vida única que nos ha brindado la oportunidad de merecerla. ¿Por qué no ser valientes? ¿Por qué no descubrir cuán lejos podemos llegar?

Y en el trayecto habrá equivocaciones y sufrimientos de todo tipo con su profundidad; más o menos cerca de la línea hacia el abismo. Pero aprenderemos de ello teniendo más fortaleza en lo que se nos venga encima. Además está esa felicidad en otros instantes en los que el corazón parece que quisiera salirse del pecho.

No odio nada ni a nadie, de verdad. A pesar de que aquello que más puede acercarse a este sentimiento frígido como es el miedo, sea el no ser yo misma. Por eso quiero levantarme todos los días rompiendo los esquemas establecidos con la misma naturalidad que me preparo cada mañana el desayuno.

 

«Nunca diré no lloréis pues no todas las lágrimas son amargas.» Sabias palabras de Gandalf dichas al final del Retorno del Rey, ¿eh?

 

«Querida Karen:
Si estás leyendo ésto, significa que he encontrado el valor para mandártelo. Bravo por mi.
No me conoces muy bien pero si me lo permites tengo tendencia a repetir una y otra vez lo duro que me resulta escribir, pero ésto es lo más difícil que he tenido que escribir nunca.
No existe una manera fácil de decirlo, así que simplemente lo diré.
He conocido a alguien. Fue una casualidad. Yo no lo estaba buscando, no lo planeé.
Fue la tormenta perfecta. Ella dijo una cosa, yo dije otra. Cuando me di cuenta quería pasar el resto de mi vida en mitad de aquella conversación.
Ahora tengo la sensación en mis entrañas de que puede ser ella. Está completamente chiflada de una forma que me hace sonreír, extremadamente neurótica. Y exige un mantenimiento exhaustivo.
Ella eres tú Karen. Ésa es la buena noticia.
La mala es que no sé cómo estar contigo ahora. Me acojona.
Porque si no estoy contigo inmediatamente, tengo la sensación de que nos perderemos ahí fuera. Este es un mundo enorme y malo, lleno de vueltas y recovecos y basta con parpadear para que desaparezca el momento, el momento que pudo cambiarlo todo.
No sé lo que hay entre entre nosotros, y no puedo decirte por qué habrías de saltar al vacío por alguien como yo, pero hueles tan bien, como el hogar, y haces un café excelente. Eso también es importante, ¿verdad?
Llámame.
Infielmente tuyo, H. M.»

A noventa decibelios contigo, Lennon

«Imagina que esto no es un libro.

Imagina que esto no lo dijo John.

Imagina que esto no es real.

Imagina que esto no sucedió.

Entonces sabrás que nada es cierto.

Y que al mismo tiempo todo es verdad.

 Imagina únicamente lo que tú sientes.

Imagina tan solo lo que tú quieres.

Imagina una canción,

o canta,

o lee.

Imagina que, una vez, la historia pudo ser así».

john

La tarde del pasado 22 de abril me dirigía con un amigo hacia el cine Palafox para ver el estreno de “El Paraguas de Colores”, un cortometraje de Edu Cardoso,  en la gran pantalla (digno de ver, por cierto). Pero íbamos con tiempo y, ¿por qué no? Nos bajamos en Noviciado donde años atrás la movida madrileña era el centro de atención con sus noches propias de ésta. Nunca había estado por esas calles. Vi enfrente de muchas tiendas y cafés puestos pequeños de libros. Como bien sabes, la curiosidad mató al gato -¿siete veces, quizás?- Y ojeando, hasta el punto en el que los ojos ya no saben dónde mirar porque se nublan de la rapidez que se quiere leer todos los títulos con el fin de hallar el que mayor interés provoque, leí: JOHN LENNON. Quienes me conocen saben mis debilidades musicales, y quienes no, pues sí, ese libro captó toda mi atención. Lennon tuvo cuerpo mortal pero alma inmortal. Así hoy en día sus composiciones me llenan de múltiples sensaciones e ideas. Incluso para desafinar en la ducha o bailar sin miedo por mi habitación. El caso es que lo cogí, y con la primera intervención del autor, cuya notación está escrita al principio de la entrada me dije a mi misma ¿cómo iba a dejarlo otra vez en el mismo sitio? para posteriormente pensar: «Con lo bien que quedaría en mi mesita de noche nada más entrar en el mundo onírico…» Así que ya os contaré qué me parece. He de decir que anteriormente he leído a Jordi Sierra i Fabra, escritor barcelonés, «Campos de fresa» y me ha gustado cómo escribe. Tengo un buen presentimiento con el que he comenzado a leer.

Todos brillamos por algo y para alguien. 

 

Gracias, John Winston Ono Lennon

 

Cristina F.: Golpe en acto fue; soplo en la memoria es

En estos momentos está traspasando por mis oídos gracias a mis auriculares Oh! You pretty things de mi adoradísimo David Bowie – ¿han escuchado el Hunky Dory últimamente? ¡Apasionante! – y es que cierto es que la música llega al más recóndito lugar dentro de ti cuanto mejor escuches la característica fuerza de voz, la sucesiva composición del conjunto de sonidos con diferente frecuencia, simultáneamente tocados en una guitarra, los bien llamados acordes; el ritmo del imprescindible y acompañante de la batería, el bajo. ¿Verdad que se suele menospreciar a este último? Algo que jamás entenderé. Escuchar a cada instrumento que acoge una canción, prestando atención, claro. Cosa que es casi imposible si hacéis como yo y vuestra vida es una continua banda sonora. Esa puede ser la magia, ¿no? A veces una canción tiene el protagonismo y otras se encuentra puesta en escena de fondo, pasando casi desapercibida pero ahí está.

En fin, que me voy por las ramas. Con cierto cuidado, quiero hablaros de una de mis películas predilectas: Christiane F. Antes de hablaros por encima de ella, sin arruinar el contenido de ésta (no quiero hacer ningún spoiler por la sencilla razón y filosofía que tengo «no hagas lo que no te gustaría que te hicieran». ¡Hasta el final de mis días con esta frase, por cierto!).

«Christiane F.» es una fiesta total de la destrucción, como lo es casi siempre todo lo que rodamos a este lado del continente, en Alemania. La vi por primera vez hace un año aproximadamente y hoy, después de comprarla en DVD en el Rastro el pasado domingo, me apetecía cogerla de mi estantería e ir a la televisión y verla antes que cualquier programa insustancial que habitan en la mayoría de los canales y salvándose unos pocos, pero ésa es otra historia. Al terminarla he sentido la necesidad de aconsejaros verla. Ya que decidí tener un WordPress, quiero hacer un buen uso de ello. El caso es que Cristina F. yo creo que sólo se puede verse y leerse como una comedia romántica llena de sombras, y de hecho, podría ser también un softcore alemán de los ochenta, pero en versión vampírica y drogadicta.

El siguiente fotograma que he puesto es de aquel concierto en Berlín con David Bowie y con una hermosísima Natja Brunckhorst, una niña de catorce años que había sido situada ahí para hacer lo que mejor sabe hacer el cine europeo: comerse a sus hijos.

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La cultura de la víctima. Una victimización total de la cultura, convirtiendo las bibliotecas en suburbios y la poesía en los estertores del bajón yonqui. Por ejemplo, en Trainspotting, no había ni una simple muesca de victimización, y por eso sigue siendo una obra maestra. Aquí todo es el canto armónico de la muerte de la nínfula, sangre y jeringuilla mal limpiada de cuando el boom de la movida de la movida de la movida. Bauman dice que el mundo nos odia porque somos Europa, pero quizá la cosa sea al revés: nosotros odiamos al mundo porque nosotros somos Europa, y por el camino, leemos un poquito a Sartre, soñamos con una buhardilla en París y nos calentamos las manos en el fogón de la revolución truncada. Pero todo es simulacro, ya se sabe, y hasta el odio es simulacro puro. Todavía me sorprende que la gente se tome en serio la peliculita de Uli Edel, como los que se toman en serio las dietas milagrosas, los alimentos light o los libros para dejar de fumar. La chiquilla, Cristina, comienza una fiesta de autodestrucción voluntariamente aceptada. Ella se pincha por amor, y por eso su sufrimiento es a la par inverosímil y cinematográfico. Esta historia está basada en una persona real, que vivió esos años de descontrol al alcance de quien quisiera con suma facilidad y desconocimiento de dónde se estaban metiendo hasta llegando a extremos para conseguir el suficiente dinero como para pillar el vicio más circular entre calles oscuras. Cristina F., la auténtica, la que siguió viviendo más allá de la cinta, no se dejó de picar y machacar la vena sino que se plantó a vivir en Ámsterdam de su chute europeo. Más tarde, los servicios sociales le quitaron a su hijo. La niña de catorce años se forró con la peli, y por el camino, se pulió los royalties -regalías- en caballo. La peli de Cristina F. es la que empieza, precisamente, más allá de la peli de Cristina F.

 

 Nunca está de menos quitar Fe al asunto a algunos finales cuya única luz al fondo del túnel puede ser un peaje.

 

Os dejo el link de Youtube para poder verla si os apetece. Me reitero: deberíais sacar un poco de vuestro tiempo para impregnaros de esta delicatessen: http://www.youtube.com/watch?v=YFaSDNEnhnU

No te entristezcas, Polifemo

Querida Galatea:

Sé que la curiosidad pudo más contigo que el miedo cuando viste al despertar regalos a tu alrededor mientras te preguntabas quién (narices) los había dejado para ti. Sabes tan bien como cualquiera, y como yo, que el tópico siguiente es ley en la naturaleza humana:  pequeños gestos se engrandecen cuando provienen de otra persona. Entonces, recuerda a quien tú y yo sabemos, cuyos ojos se fijaron en ti desde el principio.

Tuviste que cuidar a Acis. ¿Por qué no os escondisteis huyendo de los seres desdichados con rostros y miradas celosas llenos de tal envidia, como aquella tan característica de Polifemo, hasta tal punto de ser capaces de corromper el alma más pura? Tuviste que saber el riesgo que corríais. Tuviste que ser la perspicaz de los dos. Tuviste que arropar con tus brazos el cuerpo de él para protegerle del desastre. Tuviste, tuviste… 

Por suerte, en mi historia, he decidido dar un vuelco al final. Un giro inesperado, una doble versión. Si es posible, ¿por qué no intentarlo, Galatea? De esta manera los errores del pasado podrás evitar.

Y es que se trata de mi carta personal para ella, puedo expresarme como quiera. Hay confianza. No se enfadará conmigo. Incluso puede que reciba su agradecimiento cuando sepa que he levantado sus párpados dejando atrás la pesadilla engañosa vivida. Quiero que se dé cuenta de su despertar. Quiero que sepa que es el momento, ahora que está aún a tiempo, de coger a Acis y llevarle a sitios todavía para sus ojos, ausentes. Quiero que piense que a pesar de los posibles desaciertos y errores, llegarán a habitar millones de aciertos. Quiero, quiero…

Le escribí para despedirme: Fuera complejos, fuera reproches, es la hora de empezar comenzando por el nunca final. Porque puedes traslucir tu mirada eterna, querida Galatea.

A lo mejor el hecho de crear historias verídicas o no propiamente reales (quizás en otro mundo paralelo sí) sea de las cosas que más me lleguen a dar la Libertad necesaria para pensar y sentir que soy libre. La autorrecreación, como concepto, también es propiamente un dicho-hecho que me acompaña en el día a día de mis «día a día».

Para terminar… ¡Un último inciso! Las dos semanas que nos quedan de ver sin cesar libros, cuadernos, apuntes, bolis y rotuladores de mil colores (o sólo los necesarios: azul, negro y rojo, de toda la vida), encima de nuestra mesa de la habitación, en el salón, en la cocina (¡y hasta en el cuarto de baño!), pensemos en la satisfacción posterior gracias al trabajo bien hecho. Si no salen los exámenes como esperábamos, al menos podremos decir que el esfuerzo y actitud han sido nuestros «mejores amigos» en todas las redes sociales por las tardes¡Mucho ánimo! Alea iacta est.

Os dejo la canción que desde ayer no para de sonar en mis cascos. Incluso el aleatorio está de mi parte eligiéndola:


Grupo: Mumford & Sons.

Canción: Little lion man.

Para saber más de este grupo y que os enganche como me ha pasado a mí, podéis entrar en su páginahttp://www.mumfordandsons.com/ O en su FB: https://www.facebook.com/mumfordandsons?fref=ts

¡Estáis en peligro de bajaros toda su discografía y petar más vuestro ordenador! Pero hacedlo, no es ningún desperdicio, en absoluto.

Despertar a las 5:00 a.m.

 

Notas de una anónima autora: 

Es dos de mayo, siempre me gustan estas fechas. Aunque maldita sea, tengo a la vuelta de la esquina (o del bar de la esquina) los exámenes. Prometo que en cuanto termine, me pongo «al lío». 

Esta madrugada despierto con ganas de tomar una taza de café. Uno de mis rituales. (Mierda, no hay hecho). Lo preparo y mientras se hace, la cocina empieza a impregnarse de ese aroma a café recién hecho que tanto me gusta. También invita a mi coco de femmefatale a pensar en dos cosas:

 

  • «Ojalá no haga demasiado ruido y no le quite el sueño a mi padre.» El pobre tiene que levantarse en un par de horas para ir al trabajo. Yo soy una patosa y adivina: hago ruido. Pero, por suerte, si se ha despertado, no me ha dicho ni reprochado nada. (…Dando pequeños sorbos al apetecible y caliente café…) Pensé en ésto otro:
  •  Todo en esta vida, todo lo que nos rodea, es física. Pero la química no tiene nada que envidiarla cuando la formamos nosotros dos. Me fascina, como tantas otras pequeñas cosas. (Tan fa-fa-fa-fa fascinada).

 

 

 

Y a las cinco de la mañana, por muy temprano que fuese, quise escribirlo. De vuelta a adentrarme bajo las sábanas, sonreí. Sobre todo al recordar esta letra que canta Lei: «¡Fuego hay fuego! Grita algún mirón.»

 

Habrá sido el buen día de ayer lo que ha provocado que en mi segundo despertar, a las 10:00,  una sonrisa más amplia en los labios me haya visitado. Esta vez sin pensar con mi coco de femmefatalemenos mal.

 

 

Nos leemos. 

Primera nota. «Tener las pupilas dilatadas es signo de belleza»

En la noche del día veintiséis de abril quise crear un wordpress.

Dos días más tarde he podido tener un poco de tiempo libre para descargarme. Exactamente aquí vengo para descargar mi cabeza (de ahí el segundo título en letra pequeña «Jugando con mi mente») y todo lo que ello conlleva. A veces preferiré que no me leas, lo sé; pero no me hagas caso, iría en contra de mis principios proponerte tal cosa. Existe, por desgracia, la mala costumbre de no leer. Y de escribir, ya ni hablamos.

Después de terminar una buena noche, tengo la manía de abrir la carpeta «Notas» de mi móvil y teclear acerca de lo vivido minutos anteriores. Así pues, quiero empezar este espacio con lo que tecleé la noche del 26 de abril, volviendo a casa en metro. Todo esto pasa porque vivo en el «Cuenca» de Madrid y espero la entrada del metro por el andén. ¡Y qué alegría cuando llega!

Una decisión  fantástica:

«Mi ritmo cardíaco se ha acelerado, ¿qué les ha pasado a mi sístole y diástole? Si alguien estuviese lo suficientemente cerca de mí, podría oír sin problema los sonidos de Korotkoff producidos por mi alocado corazón ahora mismo. El motivo sé cuál es: el principio de una ilusión y un sueño

Debería acostumbrarme a escribir no solo cuando mi cabeza está en un estado psíquico caótico navegando a su antojo con lo que consigue dejarme fuera de juego, angustiada. ¿Por qué la mayoría escribimos cuando nos acorrala la necesidad de sacarnos lo peor que llevamos dentro y escondido a los ojos del resto? Así es normal que las heridas y peores sensaciones se peguen más profundamente en el lugar más recóndita que tengamos. ¿Por qué infravaloramos los momentos vividos más alegres?  De éstos también quiero sacar el jugo. Voy a hacerlo. Creo que si un estado se infravalora, por consiguiente, el otro es sobrevalorado.

La lluvia me acompaña esta noche. No me molesta. Empiezo en la Escuela Acción-Escena.»

Para terminar quiero decir que son increíbles mis amigos del SG, ¡muy grandes por el espectáculo que dieron! Disfrutamos ayer como unos enanos tanto personas mayores como los más críos. Los gritos «¡Otra, otra!» del público os aclamaron durante minutos, y entre todos ellos, yo también lo grité. El hecho de ser la controladora de la luz con el foco no me impidió aplaudiros con todas mis ganas.

Idea platónica, idea idílica.